Esa mañana había llegado temprano a la oficina para adelantar todo lo que tenía pendiente. Su jefe había sido muy claro hacía unas semanas y él sentía la presión de esas expectativas sobre sus hombros. Debía terminar ese pendiente sí o sí.
Cuando llegaron las 6 de la tarde habían pasado casi 9 horas desde que había llegado a la oficina y le dolía el cuello y la espalda. Vio a su jefe desde el pasillo quien le hizo un gesto con la mano para que se acercara a su oficina.
Una hora y media más tarde tenía todo listo y guardado pero aún no sabía cómo iba a decirle a su mujer la nueva noticia, se iba a sentir devastada. Miró el reloj, su mujer ya debía estar preparando la cena, “va a matarme”, pensó.
Se estiró, tomó otro trago de café –estaba frío ya-, y puso sus manos sobre el teclado para completar la última acción. Se quitó los lentes y los apoyó en el escritorio. Cerró los ojos y se pasó las manos por el rostro. Estaba exhausto. Bostezó a causa del cansancio.
No podía regresar a casa, aún no, en vez de eso se fue a un bar. Una hora más tarde se animó a regresar y apenas estacionó el auto tuvo un mal presentimiento.
Cuando llegó a su casa corrió hasta la entrada, como un desesperado buscó la llave entre todas las del llavero... -su esposa iba a dar a luz en cualquier momento- pensó, y una alegría inmensa le llenó el pecho. Él no lo percibió pero sus labios dibujaban una sonrisa. Con cada segundo otro sentimiento lo invadió: el miedo... –Ojalá vaya todo bien- suplicó para sí mismo.
Se sentía tan dichoso al estar casado con ella, la mujer más hermosa que había visto en su vida. Cuando la conoció en esa fiesta pensó que era inalcanzable. Además esa preciosa criatura bailaba del brazo de su hermano. Él era mucho más atractivo, pero sin duda su hermano era todo un “rompecorazones”. La veía como a un ángel y cuando le tomó su mano al saludarla sintió que había tocado el cielo.
Abrió la puerta y corrió al dormitorio sin molestarse en cerrarla. En dos pasos subió las escaleras y entró a la habitación en un estado de desesperación. Pero estaba vacío. -¡Le pasó algo!- pensó acongojado. Corrió al baño, la puerta estaba abierta. Tampoco estaba allí. La llamó con un grito... nada. No entendía que podía haber sucedido. -¿Habría ido al hospital en taxi y sin avisarle?- se preguntó. Se acercó al placard del dormitorio para ver si el bolso que tenían preparado para cuando el bebé llegara seguía allí... No estaba el bolso pero tampoco el resto de su ropa. Miró en los cajones, no había nada de ella... ni ropa, ni zapatos, ni abrigos, ni joyas... nada. Frunció el ceño entre confundido y enojado... esa situación no le gustaba para nada.
Entonces vio la carta. Sentado al borde de la cama leyó casi sin comprender lo que veía. El papel cuidadosamente doblado temblaba como una hoja sacudida por el viento a causa de su nerviosismo. Comenzó a leer:
“Querido Carlos,
Siento mucho que tengas que pasar este momento, siento mucho que esto tenga que ser de esta manera. Todavía recuerdo la emoción que sentiste el día que el obstetra nos dijo cuál era la fecha probable de embarazo y tos ojos se llenaron de lágrimas al darte cuenta que coincidía con nuestra luna de miel. Te pareció casi un milagro que hubiera quedado embarazada aunque usábamos protección y ya había pasado mi día de ovulación. Sé también que ahora estás preocupado y confuso por esta carta pero es que tengo que contarte algo.
Bueno, vos sabes que los métodos de cálculo que usan los obstetras no son siempre exactos, son aproximaciones. Y es que en realidad el doctor estuvo equivocado. Es lógico igualmente porque él no estuvo en nuestra boda y por supuesto no sabía que ese día, unas horas antes de darte el sí y entrar a la iglesia, yo estuve en el departamento de tu hermano…”
Carlos se puso blanco al instante y casi se desmaya pero siguió leyendo:
“… Ya sé que estarás pensando que soy una desvergonzada y una cualquiera; pero es que vos tampoco sos un santo. En este momento hasta veo tu cara de pánico como si estuviera ahí con vos. Vos creíste que no me daba cuenta que cuando me decías que te ibas al bar con tus amigos, en realidad te ibas de levante con una distinta cada noche.
Y si comparamos, por lo menos lo mío queda en familia, vos te acostabas con cualquiera sin pensar en qué clase de peste me podías contagiar. También sé que lo tuyo no fue cosa de unas cuantas veces. Tus salidas duraron los 3 años y medio que vivimos juntos antes de casarnos. Lo tuyo fue reiterado y alevoso. Y hasta cruel… porque no perdonaste ni a mis ‘amigas’ que bien turras fueron, una peor que la otra.
Pero todas buscaban tu billetera querido, porque antes estabas bien acomodado. Yo te quería y aún te quiero pero ahora tengo un hijo que cuidar. Vos sos un fracasado ahora y tu hermano está en mejor posición de afrontar esta nueva etapa.
Lo sé, lo sé, amor, es una basura que todo esto te lo diga el dia justo hoy que te despidieron pero es que ya estaba cansada de comer arroz y fideos todos los días y vestirme con ropa de pordiosera. Encima que ya estoy gorda por el embarazo iba a terminar como un barril si seguía al lado tuyo.
Lo siento mucho pero así es la vida, viste, llena de sorpresas. Igual vos no te preocupes que el nene y yo vamos a estar bien con tu hermano Luis.
Bueno, ya me tengo que ir porque en cualquier momento llega la gente que se va a llevar las cosas…. Ah! Antes que me olvide, hoy al mediodía me cancelaron mi clase de pilates, así que salí a dar un paseo cortito como para no perder la costumbre de moverme y cuando llegué a casa había un mensaje en el contestador. Era Julia, mi hermana menor, que decía que te espera esta tarde, a la salida de la escuela, en el lugar de siempre para ‘jugar esos jueguitos’ y que ya lo pensó y que hoy ‘te la entrega’ porque al fin y al cabo ya termina la secundaria y es la única de su curso que no lo hizo aún.
Me resultó un mensaje de lo más extraño porque ¿no significará lo que yo creo no?
Bueno, bueno, lo siento amor… ya me están tocando el timbre así que ya me voy. Que te vaya bien.”
Carlos dejo la carta sobre la cama y comprendió… y también maldijo. Maldijo haberse quedado sin batería en el celular esa mañana y no haber llevado el cargador y maldijo especialmente todas sus estupideces, principalmente la de meterse con adolescentes ingenuas y precipitadas.
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