A veces lo imposible resulta más fácil porque no supone ningún tipo de esfuerzo... Solo hay que desearlo con toda el alma y con la convicción de que nunca se hará realidad, desearlo y soñar que "tal vez", solo "tal vez", se transforme en auténtico.
Pero nada es imposible... entonces ¿por qué nos empeñamos a creer que algunos deseos no pueden realizarse? ¿sólo para suponer que por obra de un milagro conseguimos lo anhelado?
Lo utópico nos llena de angustia, de bronca porque jamás será cierto. Y al mismo tiempo nos reconforta... Podemos anhelar el más loco e increíble deseo, podemos volar tan alto con la imaginación como queramos, o caer tan profundo en el infierno por cometer en nuestra "existencia fingida" las peores atrocidades. Podemos ser lo que no nos atrevemos a ser en realidad. Podemos pensar, sentir, decir y hacer cuanto se nos ocurra.
¿Acaso creyendo en lo imposible somos un poco más libres? Libertad de pretender que todo puede ser absurdo, cuando de hecho la mayoría absoluta de los "imposibles" son, mientras nos atrevamos a admitirlo, un poco más verdaderos que la misma realidad.
Cómo me gusta este post, esta reflexión, esta gran verdad.
ResponderEliminarGracias, de verdad.